miércoles, febrero 09, 2005

La noche de Dulcinea

Cuando atravesé el umbral se acercó a mí, estaba descalzo. Parecía ansioso. Me preguntó por el aire que respiraba, le comenté que unos tipos lo vendieron hace mucho. También preguntó por la sombra del 2B, se habrá mudado, respondí. Soltó una sonrisa. Luego desvió la mirada, como si lo estuviesen llamando, se enfundó la armadura y siguió a paso ligero. Ella entreabrió la puerta, se encogió de hombros, ya se fue, le dije. Miró a la calle, agachó la cabeza y se metió.

Ricardo Mendoza