miércoles, febrero 09, 2005

Basilio en Tailandia

Mira Camacho, ahora que el mar se ha llevado todo. El mar y el viento y la anemia de los dioses que deseaban beber sangre, ellos han decidido el destino. Mira Camacho, se ha llevado hasta nuestra amada. Tanto hablar de amor y de ingenio, tantas frases provocativas, tantas espadas.
No queda ni rastro en la arena. Te acuerdas de su cuello, Camacho?, de sus manos, tanto tu como yo escuchamos un Si de sus labios; tu en una cueva, yo bajo una palmera, a los dos nos juró eternidad y matrimonio.
Tu compraste aros de oro, le prometiste bienes mancomunados, vestidos y corceles, incluso una cena con Dulcinea, la mujer del flaco ése que nos está mirando.
Yo apenas le hice un collar con conchas de la playa, y también le tejí con soga de la selva, una pulsera con siete nudos, para que soportara mis vicios, sobre todo mi pobreza. Mi congénita pobreza.
Y no quedan ni conchas ni aros de oro.

Apenas ésas dos siluetas parecen mirarnos de lejos, el flaco y el gordo, el burro y el caballo, la sombra y el sol. Como si fueran proyecciones fantasmagóricas de nuestros más recónditos ideales, de los que nunca hablamos. Peleamos por una mujer, pero en el fondo peleábamos por la igualdad ante lo supremo. Ahora ella se ha ido. Camacho, ni de su nombre me acuerdo, te acuerdas tú?, era bella, lozana, digna de entablar arduo combate por ella.

Pero el mar sabe más de la vida, sabe mejor lo que queremos. Se va la mujer de nuestras vidas y quedamos dos duplas de soñadores y hacedores, de ganadores y perdedores.
Las bodas siguen festejándose bajo el agua. Ella seguramente encontrará un rey marino, tanta belleza no pasa desapercibida. Yo en cambio sólo tengo una pregunta.... ¿cómo se hace el alma rica en bienes materiales ,Camacho?.

Y Camacho, se remangó la mangas de un pantalón comprado en la Mancha , se echó a andar en dirección contraria al mar.

Julia Wong