jueves, febrero 24, 2005

Antes de abrir los ojos, luego de escuchar esa Voz extraña y mal agüera, supe en un instante de luz, que sería otra vez, sólo un hombre al que llamaron Alonso.
La Voz se encargó de rendir mi cuerpo durante varias horas. Agotado, asistí a un sueño lento y opaco; en él recorrí los caminos que anduve en Tierra, y a pesar de mi voluntad, mi sueño fue un mapa significativo que desaparecía poco a poco de mi recuerdo. Dejó de existir el héroe y el gigante, las bellezas y el compañero entrañable, y me quedé con un nombre que no reconocía como mío. Alonso, Alonso, me decía la Voz, hasta el último momento extraña. Una A mayúscula vacía, antes de pronunciar un nombre igual de vacío para mí, que acaso ya planeaba otro viaje, una vez vencido este cuerpo.

Lisby Ocaña